EGIPTO

Ayer con Mubarak, luego con Morsi y hoy con un golpe militar, la misma casta de oficiales del ejército de Egipto sigue hambreando a los trabajadores.

¡Abajo la dictadura militar sostenida por Obama,
el sionismo y todos los piratas de Wall Street!

• Con elecciones y asambleas constituyentes fraudulentas
• Con los políticos representantes de los empresarios y banqueros como los Hermanos Musulmanes o el “demócrata” golpista El Baradei
• Con golpes contrarrevolucionarios como los de Al Sisi y masacres a las masas
• Con devaluaciones salvajes, 30% de desocupación y con nuevos acuerdos de cipayaje firmados con el FMI…

Los trabajadores y el pueblo aún no han conquistado el pan, derraman su sangre
en las calles de Egipto y el país es atado con dobles cadenas al imperialismo

 

Los trabajadores y el pueblo aún no han conquistado el pan, derraman su sangre
en las calles de Egipto y el país es atado con dobles cadenas al imperialismo

En el 2011 en Egipto comenzó una revolución contra la dictadura de Mubarak, contra el hambre y contra el régimen de los generales tutelados y financiados por Washington y West Point. Era la llama de la pradera del Magreb y Medio Oriente encendida por la chispa de Túnez. Era el inicio de una única revolución de los obreros, los campesinos pobres y el pueblo hambriento de Egipto y toda la región.
La revolución que empezó para conquistar el pan, terminar con el saqueo imperialista y para conquistar la libertad, sólo puede triunfar con los obreros y el pueblo pobre en el poder, con el triunfo de la revolución obrera y socialista.

Los charlatanes y apologetas del imperialismo y las clases dominantes hablaban de “revoluciones democráticas”, de “primaveras de los pueblos”. Los “demócratas”, primero Morsi y luego El Baradei, terminaron sosteniendo las peores masacres contra las masas bajo el mando y el tutelaje de la junta militar.

El velo se ha corrido. En el golpe de estado de Egipto vemos reflejada la “primavera” que todos festejaban. Esta es “su democracia”: la de los explotadores, la de las potencias imperialistas que sojuzgan y saquean a los pueblos oprimidos, la de los fraudes electorales, contrarrevolución, genocidio como en Siria, bandas fascistas en Túnez, masacres en Bahrein, invasiones imperialistas como en Mali, avance de la colonización palestina por el sionismo…
En Egipto se está escribiendo, como ayer en Siria, un nuevo capítulo de la contrarrevolución.

Con distintos embates revolucionarios, con huelgas generales, combates en las calles y tomándose la Plaza Tahrir, las masas buscaron un camino para triunfar en su revolución
Sus embates revolucionarios fueron expropiados, sus direcciones las sometieron a las trampas de los parlamentos y las asambleas constituyentes fraudulentas. El FSM y la izquierda reformista las llamó a someterse a las políticos burgueses revestidos de “demócratas”, oportunistas que jamás enfrentaron ni combatieron a Mubarak. La Plaza Tahrir delegó el poder de los explotados a sus verdugos. No destruyó ni desarmó la casta de oficiales asesina del ejército de Mubarak que está bajo el mando del faraón Obama y el imperialismo yanqui.
La clase obrera y los explotados no se hicieron del poder. Los verdugos del pueblo buscan recuperar su estabilidad y su dominio. Luego del genocidio en Siria, un nuevo acto de la contrarrevolución burguesa imperialista ha comenzado en Egipto.
La Plaza Tahrir no puede delegar nunca más, se debe armar… para conquistar el pan debe tomar el poder, desde los comités de obreros y soldados.
La Plaza Tahrir, la de los explotados, sólo ella puede decidir quiénes son los aliados y quiénes los enemigos de la revolución. En su seno caben los que claman por el pan, por trabajo, para terminar con las masacres del ejército asesino y en ella no tendrán lugar los que la masacran, la traicionan y la entregan a los explotadores.
Hay que romper con la burguesía y sus partidos y generales asesinos.
Egipto no puede ser una nueva Siria. La revolución obrera y socialista debe ponerse de pie.

Egipto: una revolución expropiada

En febrero de 2011, luego de años de combate en las ciudades y las fábricas de Egipto, en la Plaza Tahrir se derrotaba al gobierno de Mubarak. El motor de esa lucha fue el combate por el pan y contra la miseria, la inflación y la carestía de la vida.
En ese embate revolucionario, a diferencia de Libia, el Ejército que comenzó a reprimir a las masas insurrectas se preservó de ir a un choque frontal con las mismas. Estaba claro que éste se rompía horizontalmente, se corría el riesgo de que, como en Libia, los soldados se pasen al campo de la revolución.
El régimen intenta lavarse la cara entregando la cabeza de Mubarak. Logró así conservar lo sustancial del mismo que son sus fuerzas armadas. Éstas posen el 40% de las empresas y producción de ese país. Su casta de oficiales recibe 1.300 millones de dólares al año, el segundo aporte más alto de Estados Unidos en apoyo militar a un país, sólo inferior al que recibe el estado sionista de Israel.
Las Fuerzas Armadas de Egipto son los agentes predilectos del imperialismo en la región puesto que son la garantía del pacto de Camp David, con el cual Egipto reconoce y sostiene las fronteras del estado de ocupación sionista sobre la nación Palestina.
En su primer embate revolucionario las masas se repliegan de la Plaza Tahrir, creyendo que con la caída de Mubarak, el ejército que posaba como neutral, garantizaría la democracia. Lo que vino después fue más represión y la profundización del hambre y la crisis económica. Quedaban las cárceles llenas de presos políticos. Había caído Mubarak y todo seguía igual.
A fines de noviembre del mismo año, las masas vuelven a la Plaza Tahrir por lo suyo. Nada por lo que habían luchado y dado la vida se había conseguido. Nuevas jornadas revolucionarias en la Plaza Tahrir sostenidas por una enorme oleada de huelgas obreras planteaban y pusieron al rojo vivo, que el verdadero poder estaba en esa plaza que representaba a todas las plazas y a todos los trabajadores y explotados sublevados de Egipto.
La respuesta de la clase dominante y el imperialismo fue la de preservar a la Junta Militar para que nuevamente el ejército, la columna vertebral del estado burgués, no se fisurara. Pusieron a Tantawi, llamando a poner en pie un gobierno de “salvación nacional”.
Se les hizo creer a las masas que se ponía en pie un gobierno “civil”, “democrático”. Allí ingresaron los Hermanos Musulmanes a socorrer a la Junta Militar. En esas jornadas revolucionarias, se pasea en la Plaza Tahrir, El Baradei, premio Nobel de la paz y ex presidente de la Comisión de Energía Atómica de la ONU. El Baradei y los Hermanos Musulmanes que no habían combatido jamás a Mubarak se reunían con Tantawi para organizar un gobierno de “salvación nacional” y volver a sacar a las masas de las calles y de la plaza donde estaba su poder, el poder de los explotados.
Así por segunda vez en el año 2011 se expropiaba a las masas su revolución.
En elecciones generales a presidente, por demás fraudulentas y a una Asamblea Constituyente totalmente amañada, gana Morsi y los Hermanos Musulmanes. La primera resolución que su gobierno toma es firmar que respeta los acuerdos de Camp David y que no pondrá en discusión en la constituyente la propiedad de las fuerzas armadas que controlan el 40 % de la economía de Egipto y las inversiones imperialistas en la región.
Contra el “temor al islamismo” que proclaman hoy las cacatúas de Obama, el gobierno de Morsi fue aplaudido por el establishment de todas las potencias imperialistas como un ejemplo de gobierno islámico “moderado”. Éste gobierno fue tan cipayo y hambreador del pueblo como lo había sido Mubarak. Morsi le tiró toda la crisis a la clase obrera de Egipto y al pueblo pobre y terminó firmando un acuerdo-crédito que somete totalmente a Egipto al FMI.
Morsi, sostenido por la Junta Militar, tenía que atacar a las masas, desviar su lucha con la trampa electoral pero atacarlas al fin. Los explotados luchaban y querían conseguir el pan por el cual habían dado la vida.

Así, un año después, en diciembre del 2012, las masas volvían a las calles, a tomarse las plazas al grito de: “los Hermanos Musulmanes se robaron la revolución”, “Morsi, vete ya”. En las calles de Grecia, de Wisconsin, en los combates de la clase obrera europea y de EEUU se gritaba “Hay que pelear como en Egipto”.
Se sublevaban las masas de Siria, y en Libia caía Khadafy. La clase obrera y los explotados que habían iniciado su revolución, no tomaron el poder. La cadena de revoluciones de Túnez al Magreb, comenzaba a ser expropiada.
Esta es y fue la paradoja de toda esta enorme cadena de revoluciones del Magreb y Medio Oriente. Los explotados, los obreros y los campesinos empezaron su revolución y los de arriba, la burguesía, sus partidos y el imperialismo, se la expropiaron. Ellos mantuvieron su poder. Y con las direcciones traidoras entregaron y luego cercaron y aislaron la revolución de los explotados.
En Egipto, como en Túnez, o Libia, vimos en la vida misma el programa y la estrategia de toda la izquierda de Obama, del FSM, de los lacayos del imperialismo y demás partidos socialimperialistas. Ahí están sus asambleas constituyentes, sus elecciones fantoches. Ellos envenenaban la conciencia de las masas cuando les decían que sus demandas se conseguían con “cada hombre un voto”. Lo que es más grave, allí donde la revolución como en Libia llegó más lejos de lo que los traidores del proletariado querían la ensuciaron, la calumniaron, se alinearon con el lacayo Khadafy del imperialismo socio de la British Petroleum y de la ENI italiana. Acusaron a las masas que se ganaban a la base de soldados del ejército para su revolución, de ser “tropas terrestres de la OTAN”.
Cuando en Siria comenzaba el combate, le quisieron hacer creer al proletariado mundial que allí había una nueva Libia “reaccionaria” para cercar la revolución.

En Egipto se preparaban los “socialistas” para años de democracia, para refundar los sindicatos, inclusive esos socialistas charlatanes de la Reina soñaban con un Partido Laborista como en Londres. Los dirigentes de los sindicatos “independientes”, sometían a la clase obrera más y más a la burguesía “liberal y democrática” que desde el 2011 mismo fue el sostén fundamental de la Junta Militar, porque la legitimaba ante las masas revolucionarias en nombre de la democracia.
En las revoluciones del Magreb y Medio Oriente se demostraron la tesis marxista de que la “democracia” es un privilegio para los países muy ricos y de vez en cuando. En el Magreb y Medio Oriente, la democracia parlamentaria solo puede ser un engaño momentáneo y un desvío de la revolución.
Las trampas parlamentarias sólo han resultado ser, como lo demuestra Egipto, Túnez o Libia hoy, la antesala de la contrarrevolución, si las masas no se hacen del poder.
Es más, cuando amenazaban con empezar su revolución en Siria, en Bahréin o en Yemen, el imperialismo comprendió muy bien este proceso y se jugó a aplastar a las masas antes que éstas le provoquen en esos países nuevas Libias, Egiptos, etc.

No se trata, como dice la infame izquierda socialimperialista y los que hoy se lamentan del golpe en Egipto, del atraso de los pueblos del Magreb y Medio Oriente y de su falta de “cultura democrática”. Se trata de que para saquear las rutas del petróleo, para tener un Egipto maquila y someter a semejante hambre al pueblo, para custodiarle las fronteras al estado sionista fascista de Israel, hay que tener Mubarak o milicos asesinos en el poder.
Los golpes de la contrarrevolución en Siria y los que han comenzado en Egipto, desenmascaran las farsas de las “primaveras de los pueblos”, de las revoluciones “democráticas” que se iniciaban en el Magreb y Medio Oriente; así las llamaban los enfermeros del capitalismo.
La burguesía sabía y sabe muy bien de qué se trataban las revoluciones por el pan que habían comenzado los explotados.
Por eso, desde Siria y hoy en Egipto, se ha comenzado el camino para aplastarlas. Lo que habían comenzado no eran revoluciones “democráticas”, sino revoluciones que, por la clase que las motorizó, por las medidas y demandas que expresaban y porque en sí mismas atacaban el poder y la propiedad de los explotadores y al estado burgués, eran ni más ni menos que el inicio de revoluciones socialistas, que solamente triunfando podían resolver las tareas democráticas de independencia nacional, de terminar con el saqueo imperialista y de conquistar la más elemental de las demandas de las masas, el pan.
Es más, solamente con revoluciones obreras y campesinas victoriosas se podía conquistar la más democrática de las Asambleas Constituyentes, porque para ello se tiene que desarmar a los ejércitos contrarrevolucionarios del imperialismo y expropiar a los monopolios que imponen sus banderas en todo el Magreb y Medio Oriente.

Incluso, la única medida mínimamente democrática, elementalmente democrática, y de forma sólo provisoria, se consiguió en Libia. Allí meses atrás las milicias rodeando el Parlamento fantoche y con las armas en la mano obligaron a que se vote una ley que estipula que no puede ser funcionario del gobierno todo aquel que lo haya sido durante el gobierno khadafista. Esto originó una enorme crisis política. En ese gobierno son todos ex khadafistas. Hasta tuvo que renunciar el Primer Ministro. Esto puso de nuevo en cuestión quién gobierna: si las milicias y el pueblo explotado o los expropiadores de la revolución. Esta cuestión sigue irresuelta. Si no lo resuelven las milicias en el período inmediato como avanzada de los obreros y los explotados, lo hará la reacción de khadafistas, que ahora vestidos de demócratas, no dudarán en masacrar al pueblo igual o peor que ayer Khadafy.
Las acciones selectivas contrarrevolucionarias de bandas fascistas en Túnez atacando a la vanguardia obrera y a la izquierda, son un anticipo de que si el proletariado y las masas no se arman y rompen todo sometimiento con la burguesía “democrática”, el fascismo terminará masacrando la revolución.
El rol de la izquierda reformista y de los renegados del trotskismo en toda la región, junto a stalinistas y al FSM es el de someter a la clase obrera y a su aguerrida vanguardia revolucionaria a la burguesía “democrática”, para adormecer su lucha y apagar el fuego de la revolución, para que luego los sables de los generales y de las bandas fascistas reinstalen el orden de los explotadores.
Esto es lo que está pasando en Egipto. Ayer la izquierda del FSM les dijo a los obreros de Egipto que había que aceptar la Constituyente y las elecciones de Morsi y los Hermanos Musulmanes. Avalaron el llamado fraudulento a una Asamblea Constituyente que de antemano no podía, por decreto supremo de Morsi y la Junta Militar, tocar un solo interés económico del imperialismo, Camp David y las Fuerzas Armadas.
Ya no se puede mentir más, no hubo programa de ningún sector de la izquierda socialista mundial que tuviera como eje armar a las masas y partir al Ejército. Sólo la llamaban a votar en los parlamentos y asambleas constituyentes fraudulentas, mientras las armas quedaban en manos de los verdugos y asesinos del pueblo. Cuando se había abierto la lucha por el Ejército, por la base del ejército, por los comités de soldados en ruptura con la oficialidad burguesa, las direcciones traidoras del proletariado proclamaban las virtudes democráticas de las Fuerzas Armadas de Egipto. Los más radicales llamaban primero a votar en las elecciones y luego controlarlas.
De las entrañas del reformismo emergió la calumnia de la traición a la revolución, porque en Egipto había que hacer una nueva Libia, había que partir al ejército y ganarse la base de los soldados. Y se dedicaron a calumniar a las masas revolucionarias de Libia denunciando que ellas eran las amigas de Obama y de la OTAN cuando ajusticiaban a Khadafy… la historia no se los va a perdonar. Aquí queda claro quiénes fueron la pata izquierda “democrática” de los generales de Egipto: ni más ni menos que los mismos que calumniaron a las masas revolucionarias de Libia.
El Baradei, los integrantes de Tamarod y el Movimiento 6 de abril llamaron a intervenir y sus partidos se presentaron en las primeras tandas de las elecciones hasta que vieron que las masas se abstenían y las boicoteaban.
Y como vemos, hasta hace pocas semanas, estos movimientos ataban a la clase obrera a la burguesía “democrática” de El Baradei, que a su vez legitimó al golpe de la junta militar.
La clase obrera de Egipto atada por sus direcciones a sus verdugos, no pudo dar una respuesta y una salida a todas las clases explotadas de la nación. Ello no podía hacer otra cosa que abrir el camino a la contrarrevolución.

Todo el reformismo mundial y los renegados del marxismo le hicieron creer a las masas que la expropiación de su revolución y su desvío semi-parlamentario era expresión del triunfo de su revolución y no el contenido de su expropiación que solamente se puede asentar con golpes contrarrevolucionarios como los que vemos en Siria, las bandas fascistas en Túnez, las movilizaciones reaccionarias en Libia, la invasión imperialista en Mali y los duros golpes contra las masas como en Egipto.
El mismo Morsi para sostenerse apenas un año, tuvo que movilizar fuerzas pequeño burguesas, semifascistas, parapoliciales, para aplastar a las masas. Estas fuerzas salían de las clases medias ricas ligadas a los negocios del comercio y los bancos que manejan los Hermanos Musulmanes.
Hoy no hay que extrañarse cuando en Egipto se ven bandas “con mucha gente” acompañando al ejército a aplastar a las masas desarmadas que defienden a la Hermandad Musulmana. Masas a las que en primer lugar jamás intentó armar la Hermandad Musulmana, porque saben que los explotados que manipulan también se volverán con sus armas contra ellos como parte de las clases poseedoras que son. Es que los Hermanos Musulmanes no son más que una enorme fracción de la burguesía de Egipto, como lo es la Junta Militar.
Hoy vemos a “comando civiles” apoyando la represión del ejército, masacrando a las masas desarmadas con mujeres y niños. Estos comandos civiles no son más que fuerzas para-policiales de lo mas privilegiado de los empleados del Estado y de las empresas que controlan los militares.

La que no logró un camino a las armas para conquistar el pan fue la clase obrera de Egipto, que es la que realmente combatió por esta revolución en durísimas luchas desde el año 2008… y esta es otra paradoja de la revolución de Egipto: la clase que más enfrentó a las fuerzas armadas y a la dictadura de Mubarak desde el año 2008 fue la clase obrera que dejó sus mártires y sus presos por miles, en verdaderos auges revolucionarios desde ese año a la fecha. Fue la que con sus paros generales definió en más de dos o tres oportunidades, a favor de la Plaza Tahrir, su combate.
Los soldados del ejército de Egipto son los hijos de la clase obrera, de los desocupados. Fueron la clase obrera y sus aliados los que no se armaron, los que no pusieron en pie sus comités de soldados.
En más de mil oportunidades en sus piquetes, en las fábricas y en la Plaza Tahrir los explotados buscaron ese camino. Sus direcciones se lo cerraron, pusieron a la clase obrera a los pies de la burguesía “liberal” y “democrática” y el proletariado, sin una dirección revolucionaria, no hizo más que alejarse del pan.

Aún hoy, cuando el golpe ya se ha desencadenado de forma abierta, los renegados del marxismo que sostienen a los generales “democráticos”; los que atados a las faldas de El Baradei se horrorizan de los crímenes de la Junta Militar… inclusive los que llaman a derrotar al golpe y a la dictadura militar, todos pero todos se niegan a la tarea que plantea todo enfrentamiento decisivo entre revolución y contrarrevolución: quién se gana a la base del ejército. Si la gana la burguesía viene la contrarrevolución.

Desde el 3 de julio en que nuevamente se expropia la lucha de las masas de la Plaza Tahrir hasta el miércoles sangriento del 14 de agosto…

Bajo el mando de Obama se monta una nueva conspiración contra las masas revolucionarias.
La Junta Militar legitimada por la burguesía liberal asume nuevamente y de forma directa el control del gobierno

Desde fines de 2012 y todo el 2013, fue un período de enormes combates de los explotados que enfrentaron al gobierno de Morsi. Este intentó proclamarse como el nuevo “faraón” de Egipto.
Ese faraón sólo le podía dar nuevamente las 7 plagas a los explotados. Las cárceles se llenaron de obreros huelguistas detenidos. La desocupación aumentó a más de un 70 % en la juventud, se hundió la moneda... las masas que habían derribado a Mubarak ya no aceptaban a este nuevo faraón y sus plagas. Las masas hicieron fracasar y de hecho boicotearon la trampa electoral a la Constituyente de la Junta Militar y de Morsi. Luego de ingresar y ser parte de este fraude la burguesía liberal de El Baradei y sus seguidores no tuvieron más remedio que renunciar y dejar de participar. El Baradei se tomaba el avión rumbo a Austria.

Para desviar y expropiar esta tercera y gran embestida revolucionaria de los explotados, se montó una conspiración en gran escala.
El mismo Morsi había intentado elevarse como árbitro de todas las fracciones burguesas y convertirse él en un nuevo Mubarak. La Hermandad Musulmana intentaba controlar los negocios como lo hacen sus hermanos musulmanes moderados de Turquía: como fieles lacayos del imperialismo y la OTAN.
No se percataron que Egipto ya tiene dueño y faraón: su corte es la Junta Militar y el faraón reside en Nueva York. Este no dudó en soltarle la mano a Morsi para mantener su régimen de dominio ante el odio de las masas. Morsi no podía ser Mubarak, su fracción burguesa mantiene y centraliza los negocios en el norte de Egipto y en la franja de Gaza en Palestina junto con Hamas… Con el estado de Israel y sus fronteras, ni se juega ni se negocia ni se hacen negocios.
El ataque a la base obrera y popular de la Hermandad que está en curso (mientras se negocia con sus direcciones burguesas) persigue también el objetivo de disciplinar y escarmentar a la burguesía de Hamas en Gaza, para que acepte sin chistar los acuerdos de “paz” de Camp David entre la Junta Militar de Egipto, el sionismo y el imperialismo, de ocupación plena de la nación Palestina.
La casta de oficiales de las fuerzas armadas, como en todo estado burgués, defienden los intereses de conjunto de todas las clases poseedoras, inclusive amputando a un sector de ellas si es necesario, para garantizar la propiedad de todos.
La suerte de la Hermandad Musulmana y de Morsi ya la habían resuelto las masas en sus combates. El estado burgués y sus fuerzas armadas no podían permitir la caída de un segundo gobierno a manos de las masas.
Había que preparar una ofensiva contrarrevolucionaria. El régimen burgués en bancarrota, en esas condiciones, corría el riesgo de desmoronarse. Había que terminar con el poder que ejercen las masas en las calles y en las empresas; hay que imponerles el plan del FMI, hay que derrotarlas.
Con la caída de Morsi se puso en marcha una verdadera conspiración contrarrevolucionaria y esta fue encubierta por la burguesía “democrática” de El Baradei y Tamarod, que está ligada a los militares y todos sus negocios en Egipto. Le hicieron creer a los trabajadores y al pueblo y a las masas que volvían a la Plaza Tahrir que a Morsi lo habían tirado con firmas y petitorios y el aval de las fuerzas armadas y no con centenares de muertos y combates en todo Egipto.
Los farsantes expropiadores “democráticos” de la revolución con supuestas 22 millones de firmas se dieron a sí mismos la legitimidad para asumir con la Junta Militar en el nuevo Gobierno. Inclusive los sindicatos enviaron a uno de sus dirigentes al Ministerio de Trabajo.
Endulzaron y edulcoraron a más no poder a un golpe palaciego de la Junta Militar que es la que realmente se hizo del poder, anunciando ahora sí, la promesa de elecciones libres… Mientras tanto nombraba a generales como gobernadores en todas las provincias y comenzaba a atacar a los obreros huelguistas como sucedió en la acería de Suez Steel, encarcelando a todos los dirigentes. En esas acerías habían comenzado las luchas revolucionarias del 2008-2009 en Egipto.
Allí los obreros habían intentado bloquear la carretera de Suez a Ain Sokhna y fueron brutalmente reprimidos por la policía militar, mientras el burócrata de los sindicatos en el Ministerio de Trabajo se había comprometido a “trabajar por la liberación de los trabajadores”. No eran más que los falderos de izquierda de la dictadura de Al Sisi… que a su vez negociaba con Morsi, en una prisión de lujo, un nuevo “pacto de la transición” sobre la base de que los Hermanos Musulmanes acepten su derrota política y legitimen este nuevo pacto de transición, inclusive cediendo parte de sus negocios.

Las masas fueron sacadas de escena por los “demócratas” y “liberales”. La junta Militar tomo el control del estado y el gobierno. Una nueva crisis política se abrió en las alturas. El faraón Morsi se negaba a seguir la suerte de Mubarak. Bastante mérito había hecho él y sus políticos patronales para salvar a la “democracia” de Egipto de la embestida de odio de las masas.
En esa crisis política el riesgo de una intervención de las masas se agudizaba día a día. Es que los explotados que tiraron a Morsi y los que ahora acampaban desarmados defendiéndolo, nada tenían que ver con los negocios que defienden las pandillas burguesas que se disputan ser socias menores del imperialismo en el saqueo de la nación egipcia.

El camino a este capítulo contrarrevolucionario fue liberado por EEUU. Este cínicamente anunciaba que retiraba a todos sus embajadores del Norte de África y Medio Oriente desde los primeros días de agosto, puesto que decía haber descubierto un complot que atentaba contra sus embajadas. En realidad lo único que hacía era organizar un complot para largar una masacre en Egipto. De golpe surgieron “demócratas” que ayer alababan al islamismo moderado de Túnez y sobre todo de Egipto, que pasaron rápidamente a hablar del “peligro terrorista” que éste significaba.
La acción contrarrevolucionaria contra las masas desarmadas estaba en marcha. El nuevo plan de sometimiento de la nación Palestina al sionismo ya está en marcha. Ello incluye el asentamiento masivo de colonos sionistas en Cisjordania y someter a las masas palestinas en reducidos campos de concentración allí y en Gaza.
Escarmentar a las masas de Gaza, aplastando a la base obrera y popular del movimiento islámico de Egipto, es fundamental para este plan, como así también comenzar a actuar de forma ofensiva dentro de Egipto imponiendo un poder firme con manu militari que esté en condiciones para aplastar cualquier lucha obrera y revolucionaria de las masas que se dé hacia adelante.
El ejército de Mubarak tenía que, obligatoriamente, probar contra las masas su poder de fuego luego de la revolución de 2011. Es que si no lo hacía luego de la caída de Morsi corría el riesgo de disgregarse, ya sea por la Hermandad Musulmana, ya sea por las masas que veían como una victoria la caída de Morsi. Las condiciones fueron óptimas. La cobarde burguesía de los Hermanos Musulmanes había mandado a sus seguidores desarmados a una lucha de presión en las calles. Son sus seguidores los que están cayendo masacrados por las balas del ejército y no sus jefes, con los que, en las prisiones de lujo, se sigue negociando aceleradamente su rendición, o una nueva ubicación supeditada en el régimen.
¿Se venía un ataque en toda la región contra las embajadas norteamericana como denunciara Obama a principios de agosto, que retiró a sus embajadores? No, vino un brutal ataque de las tropas gurkas de Obama en Egipto contra las masas indefensas. Estamos presenciando un capítulo más de esta conspiración contrarrevolucionaria. La burguesía “liberal” y “democrática” y la burocracia sindical no se pueden hacer los desentendidos; el movimiento Tamarod tampoco. Algunos de ellos hoy huyen de la dictadura sanguinaria que ellos mismos legitimaron, diciendo: “Si hacen esto, arde Egipto”. De esta forma se preparan por izquierda hacia el futuro, puesto que no vaya a ser que las masas derroten esta verdadera ofensiva contrarrevolucionaria de las fuerzas armadas que no se detendrá matando a mansalva a la base de la Hermandad, sino que perseguirá hasta las ciudades más lejanas de Egipto las luchas de la clase obrera.
Todos ellos son los que legitimaron, y ahora no se pueden hacer los desentendidos, a esta dictadura militar, puesto que entraron y avalaron su gobierno. No podrán aducir que los engañaron… si son los generales de Mubarak los que fueron a sostener.
Hay que decir la verdad, los que mueren desde el 2011 en la revolución de Egipto, atacados ya sea por la policía y el ejército, o bien por la burguesía de la Hermandad Musulmana, o bendecidos los militares por izquierda por los jerarcas de la iglesia Copta y El Baradei… los que siempre, pero siempre, mueren en las calles de Egipto son LOS OBREROS, DESOCUPADOS Y SECTORES EMPOBRECIDOS DEL CAMPO Y LA CIUDAD. EN EGIPTO NO MUEREN NI BURGUESES, NI BANQUEROS, NI MILICOS ASESINOS.
El plan contrarrevolucionario es que nunca más se vuelva a reunir la Plaza Tahrir, ni que en ella se exprese el poder de los explotados. La cínica política de los explotadores es que se enfrenten todos contra todos, que se genere un río de sangre entre los explotados, para que luego las fuerzas del orden, aplastando a las masas vuelvan a restablecer el orden del régimen lacayo de Camp David.
Insistimos, el escarmiento a las masas desarmadas que cínicamente fueron utilizadas por la burguesía de la Hermandad Musulmana como chantaje para negociar con la Junta Militar, será dado y en un grado mil veces superior a la clase obrera de Egipto si osa nuevamente levantarse, hacer huelgas, tomarse fabricas, luchar por el pan y volver a la Plaza Tahrir.

Luego de la masacre en Siria, hoy en Egipto ha comenzado un nuevo capítulo de la contrarrevolución en el Magreb y Medio Oriente

La última palabra no está dicha, la tendrán las masas y sus heroicos combates.
La clase obrera de Egipto está llamada a ser nuevamente protagonista de la revolución en toda la región

Ayer el imperialismo concentró sus fuerzas en Siria. Ésta no podía ser una nueva Libia. La caída de Al Assad y la emergencia de un gobierno débil, cercado por las masas, amenazaba con poner en riesgo las fronteras del estado de Israel. Las masas sublevadas contra Morsi en Egipto, ponían en cuestión su rol de contenedor y negociador del sionismo y Estados Unidos con la burguesía de Hamas de Gaza.

El imperialismo sabe muy bien que enfrenta una sola y única revolución en toda la región, de Túnez a la Palestina ensangrentada. La dirección burguesa de la Hermandad Musulmana le había garantizado sostener a Mubarak y luego de la caída de éste a la Junta Militar.
La Hermandad Musulmana era el garante de la negociación con Hamas, con el cual Estados Unidos negocia el plan de los dos estados en la Palestina ocupada por el sionismo.
La caída en desgracia de la Hermandad ante las masas de Egipto, debilitó estos diques de contención en la región. Un intento de ésta de sublevarse presionando por sus negocios en la región con movilizaciones pacíficas, amenaza con incendiar un polvorín.
La nueva relación de fuerzas, con Morsi derrotado, impone que ese control en la frontera con Gaza lo garantiza el ejército, el garante de Camp David. Y con él se discute cómo se sostiene al sionismo y se reconstituye un dispositivo contrarrevolucionario para estabilizar la región y garantizar la ruta comercial y sobre todo militar del canal de Suez.
Estas son cuestiones estratégicas para el imperialismo norteamericano. Es que justamente la revolución de Egipto por el pan, aparentemente muy inocente, muy mínima, muy democrática y liberal para los charlatanes que hablan en nombre del marxismo, resultó cuestionar y poner en peligro gravemente todo el dispositivo de poder y de dominio del imperialismo en la región. Nada más y nada menos que al Canal de Suez y al estado sionista, como dispositivo contrarrevolucionario en la región.

Basta de tirarle tierra y mugre a esa enorme revolución de Egipto que como avanzada de la revolución en el Magreb y Medio Oriente, cuestiona el dominio del imperialismo en toda una región del planeta.
El planeta se ha llenado de varios millones de imbéciles pregonando la “vía pacífica al socialismo” y a la conquista del pan y de la independencia nacional. Merecen ellos estar en Homs o Aleppo demolidos, o masacrados con sus hijos en las calles de El Cairo.
Las masas no tienen la dirección que se merecen. No está dicha la última palabra. Hay que recuperar la revolución, hay que recuperar la Plaza Tahrir. Hay que volver a unir a la clase obrera de Egipto y a los explotados que sus direcciones dividieron, poniéndolas a los pies de las distintas fracciones de la burguesía.

¡Las masas y los explotados no pueden delegar ni en la hermandad Musulmana ni en la burguesía hipócrita que habla de “libertad” y “democracia” mientras sostiene las bayonetas de generales asesinos y el dominio del imperialismo yanqui en la región!
¡Hay que parar la masacre en Egipto! ¡Hay que parar el golpe militar! ¡Hay que derrotarlo en las calles! Si éste avanza y masacra hoy en las calles de El Cairo a la base obrera y popular de la Hermandad Musulmana, mañana tendrá fuerzas suficientes para hacer lo mismo con la clase obrera en lucha por sus demandas.
¡Hay que romper con la burguesía y sus partidos! Todas las organizaciones que hablan en nombre de la clase obrera, en primer lugar los dirigentes de los sindicatos y organizaciones de lucha, los que hablan en nombre de la juventud aguerrida de Egipto, deben romper con El Baradei, lacayo de izquierda de Obama y agente del sionismo y Camp David.
Solo así, podrán los sindicatos y las organizaciones de lucha de la clase obrera, ganarse a la base obrera y popular compuesta por millones de trabajadores desocupados, engañados con la mendicidad de la Hermandad Musulmana.
Romper con la burguesía “liberal” le permitirá a los sindicatos y organizaciones de lucha de la clase obrera desatarse las manos y pelear por la expropiación de las transnacionales y los capitalistas para poder luchar junto a los desocupados por un turno más en todas las fábricas, por trabajo para todos y por poner junto a los comités de fábrica, los comités de desocupados. A ellos podrán ingresar los obreros independientemente de la religión que profesen.

La clase obrera debe poner orden en el Egipto arrasado por el hambre y que amenaza con ser llevado a la barbarie por la contrarrevolución.
La clase obrera debe volver a unir a todos los explotados, sin tutelaje de la burguesía, sin direcciones colaboracionistas con el régimen asesino de los faraones. Hay que volver a unir a los que luchamos en la Plaza Tahrir cuando derrocamos a Mubarak y a Morsi, pero sin los que entregaron la lucha de los trabajadores y sus demandas.
Hay que derrotar el golpe militar retomando los explotados la revolución en sus manos.
Hay que volver a poner en pie las demandas que nos unieron: terminar con la carestía de la vida, aumento de salario y trabajo digno para todos, las tierras fértiles del Nilo para los campesinos pobres; expropiación sin pago de los banqueros y los saqueadores de Egipto y ruptura con el FMI.
¡Abajo el gobierno de Al Sisi y toda la Junta Militar!
¡Libertad a todos los presos políticos!
No se les puede reconocer a los más grandes asesinos y ladrones del pueblo y a sus secuaces, la más mínima legitimidad para juzgar, encarcelar ni gobernar un día más a un solo habitante de Egipto. ¡QUE SE VAYAN TODOS!
La burguesía, la contrarrevolución y el imperialismo y sus bandas para policiales se han armado hasta los dientes para masacrar al pueblo. ¡Hay que desarmar a la policía!
Hay que poner en pie desde todas las organizaciones de Egipto, por ciudad y región y centralizado a nivel nacional un comité de defensa y milicias obreras de todos los explotados.
¡Hay que derrotar el golpe militar! Hay que poner en pie los comités de soldados que son los hijos de los obreros y de las clases empobrecidas del campo y la ciudad. La lucha es por ganarlos a ellos. Los hijos de los obreros en el ejército no pueden ser usados por los oficiales y generales de la burguesía y el imperialismo para matar obreros.
Plenos derechos de organización de los soldados para elegir delegados, organizarse junto a los sindicatos y comités de fábrica en lucha. Y es con ellos y con las armas que debe tener el pueblo que esta vez debemos volver a la Plaza Tahrir.
Allí debemos marchar con los comités de obreros, de los sindicatos, de desocupados, con nuestras milicias y los comités de soldados.
La clase obrera, con sus métodos de lucha, los piquetes, la huelga, las tomas de fábrica, debe acaudillar a las masas explotadas en una Huelga General Revolucionaria hasta que caiga la dictadura asesina. Ha llegado la hora de decir basta. ¡Abajo el golpe militar! ¡Huelga general revolucionaria!

Hay que levantar en la Plaza Tahrir el poder de los explotados. El poder de los de abajo no se puede delegar nunca más a manos de sus verdugos.
Ese es el único poder que puede definir quiénes son los amigos y quiénes los enemigos de la revolución. Los que viven de un salario, los que buscan trabajo y tierra, ellos son la mayoría de Egipto, los dueños de la revolución.
¡Fuera de las organizaciones de lucha la burguesía, los amigos de ayer y de hoy de la Junta Militar asesina del ejército bajo el mando de Wall Street y de Obama!
La revolución de Egipto debe vencer. Su poder es inmenso. Allí está la avanzada para derrotar el plan de esclavitud de la nación palestina, y de los dos estados de Obama, la ONU, el sionismo y la burguesía palestina colaboracionista.
Allí están las fuerzas para derribar el Muro de Rafah que la Hermandad Musulmana se encargó muy bien de volver a levantar cuando las masas de Gaza lo derribaron.
Allí están las fuerzas para romper el cerco a la revolución siria y ser el mejor aliado de la revolución libia.
En centenares de ciudades del mundo ayer se peleaba al grito de “Hay que luchar como en Egipto”. El golpe de Al Sisi y Obama es para acallar ese grito, es para derrotar a los que cercan Wall Street y a la plaza de los indignados de Madrid. Hoy se tiene que volver a escuchar “Hay que pelear como en Egipto con los consejos de obreros y soldados para derrotar el poder de la burguesía y el imperialismo”.
Solamente un gobierno de obreros, soldados y campesinos pobres podrá liberar a Egipto del yugo de la esclavitud, romper con el imperialismo, retomar el control del Canal de Suez y derribar el siniestro acuerdo de Camp David entre las burguesías árabes, el sionismo y el imperialismo.
Para vencer, las masas deben romper con la burguesía “democrática” y “liberal” que las sometió al peor de sus verdugos: la Junta Militar. Solamente así y no reconociéndoles a los militares de Obama ninguna legitimidad, ni siquiera para encarcelar a Morsi, es como las organizaciones obreras tendrán la autoridad para ganarse a la mayoría de obreros y campesinos desesperados que luchan y mueren, engañados, tras las banderas burguesas de la Hermandad Musulmana.

Ayer enfrentamos a las guardias pretorianas de la Hermandad Musulmana y a sus grupos parapoliciales de clases medias ricas que querían impedir nuestra lucha por tirar a Morsi. Hoy debemos enfrentar a los “comandos civiles” de la burguesía “democrática” y “liberal” que sostienen las bayonetas del ejército asesino de Egipto que sólo masacra a obreros, mujeres y niños indefensos en las calles de El Cairo.
La burguesía y el imperialismo con sus golpes contrarrevolucionarios sólo busca desgarrar y dividir las filas obreras y de los explotados para que nunca más levante cabeza la revolución que comenzó en el 2011.
Ayer lo hacía con Morsi con sus elecciones fraudulentas y hoy, para legitimar la dictadura militar, con las no menos fraudulentas 22 millones de firmas que decía tener el movimiento Tamarod, cuando a Morsi ya lo habían tirado las masas con su lucha en las calles.
Sólo un congreso nacional con delegados de todo el movimiento obrero de Egipto, de los desocupados y de los campesinos pobres reunirá los requisitos de representar a la mayoría de la población y hacerse del poder.

La clase obrera de Egipto necesita una dirección revolucionaria para vencer. Allí, en esa revolución, ya se han probado todas las recetas que llevan a un callejón sin salida a las masas.
Una de ellas es el sometimiento a los movimientos “nacionalistas burgueses” o que posan de tales y luego terminan como Morsi y la Hermandad Musulmana aliados al imperialismo y masacrando su propio pueblo o utilizándola como carne de cañón para que sean masacrados, para negociar con su sangre sus propios negocios.
Ya se probó también la nefasta teoría de las revoluciones democráticas levantadas como bandera para la victoria por los renegados del trotskismo, laderos del stalinismo. Ellos les dijeron a las masas que votando comenzaban a resolver sus problemas y no luchando ni poniendo en pie sus propios organismos armados y de autoorganización, conquistando su propio poder.
Ellos hablaban de “primaveras de los pueblos” y en las revoluciones del Magreb y Medio Oriente lo que hay es un infierno para las masas y un infame genocidio en Siria sobre el que toda la izquierda de Obama guarda un miserable silencio… y hablan de la “democracia”.
Los acontecimientos de Egipto demuestran, como todos los del Magreb y Medio Oriente, que aún para llevar a cabo las tareas de la democracia formal parlamentaria hasta el final, es decir, para garantizar mínimamente una Asamblea Nacional Constituyente libre y soberana, sólo la clase obrera en armas y haciéndose del poder la podrá otorgar.
En Egipto ha quedado claro que en los países oprimidos no se conquista ni el pan, ni la tierra, ni la independencia nacional si la clase obrera y sus aliados, demoliendo el estado de los opresores, no se hace del poder.
Y esa es la teoría y el programa de la Cuarta Internacional que nuevamente pasa la prueba de los acontecimientos y le permite al movimiento revolucionario hablar en su nombre. Solamente bajo sus banderas podrá la vanguardia y lo más perspicaz y avanzado de la clase obrera en Egipto, reagrupar sus fuerzas, y podrá comprender que es un actor fundamental de la revolución de todo el Magreb y Medio Oriente.
Bajo las premisas de su programa, se abrirán las condiciones para poner en pie los partidos revolucionarios internacionalistas que lleven a la victoria a una única revolución que ha comenzado de Túnez a Damasco y de El Cairo a Jerusalén.
De un lado se enfrenta entonces, el programa y la teoría de la revolución permanente y el programa de la Cuarta Internacional; y en la trinchera opuesta, sometiendo al proletariado a la burguesía, cercando a las masas masacradas como en Siria, sosteniendo a las fuerzas del sionismo contrarrevolucionario, atándole las manos a la clase obrera europea, norteamericana y mundial, para que no vaya en ayuda de sus hermanos de clase de Egipto, de Libia, de Siria, etc., se encuentra el FSM sostenido por toda la izquierda de los lacayos de Obama y Wall Street.
Los actos de la contrarrevolución en el Magreb y Medio Oriente hoy aceleran los tiempos para avanzar a poner en pie un comité por la refundación de la Cuarta Internacional.
En los acontecimientos de Egipto se define en gran medida quién puede hablar en nombre de la revolución. Allí revolución y contrarrevolución se ven la cara.
El reformismo se encuentra colgado, como nunca, a los faldones de la burguesía de El Baradei y compañía, es decir, del Frente Popular, en Siria y en Túnez.
Nuevamente es la lucha por pasar la prueba de la revolución y la contrarrevolución la que define fronteras en el movimiento marxista internacional. Los que combatimos bajo las banderas de la Cuarta Internacional pasaremos la prueba. Se trata de devolverle a las masas la dirección que éstas se merecen.
El destino de Egipto y de las naciones oprimidas de toda la región ya está echado en la historia… o triunfa la revolución socialista o se instauran los regímenes de protectorados y colonias en todos los países de las rutas del petróleo.
Las fronteras serán redibujadas por el saqueo y el dominio imperialista. Es que para que la clase obrera viva el imperialismo debe morir.

¡Por la destrucción del estado sionista fascista de Israel!
¡La revolución socialista en Egipto merece triunfar!
¡Por los Estados Unidos Socialistas del Magreb y Medio Oriente!

 

FLTI – Colectivo por la Cuarta Internacional

 

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