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Sobre la guerra de Irán e Irak

Por Jean Divès

 

Una de las corrientes del movimiento marxista adoptó, al estallar la guerra entre Irán e Irak, la posición de apoyar al primero de estos países, aunque sin apoyar a la dirección burguesa de Jomeini. Tal posición se fundamentaba en que la agresión irakí tenía el objetivo de aplastar a la revolución en curso en Irán, impidiendo que ésta se extendiera en la región. Para el firmante del artículo lo que publicamos a continuación –cuyo título es “Para avanzar realmente”–, dicha guerra cambió el carácter a partir de que la contraofensiva iraní comienza a ocupar el territorio de Irak. Consecuentemente, se impondría un cambio en la política a desarrollar: pasar del apoyo a Irán al derrotismo en ambos países. Por considerarla una polémica de gran importancia para el movimiento marxista mundial, abrimos nuestras páginas a esta posición, así como lo haremos a las eventuales respuestas que pueda provocar.

En el marco del actual período de revolución inminente y generalizada, las guerras son un fenómeno que ha adquirido la más amplia extensión. Para nosotros, a justo título, la “prueba de las guerras” –es decir, la posición política concreta que se asume ante cada una de ellas– es de una importancia fundamental. En este último año, para tomar los ejemplos más recientes, la guerra de las Malvinas y la del Líbano han servido para delimitar netamente las posiciones de las distintas corrientes de la izquierda, sean socialdemócratas, stalinistas, maoístas o de las que se reclaman de la IV Internacional.
Por lo tanto, no podemos sino saludar como una sistematización extremadamente útil de los principios marxistas aplicados a los diversos conflictos armados, el análisis hecho en el artículo “Avanzamos”, publicado en Correo Internacional N° 8 (reproducido en España por la revista Estrategia Socialista N° 3).
Allí se afirma especialmente que “frente a las guerras, la mayor prueba, junto con la revolución, que puede exigirse a una organización obrera, fuimos fieles al leninismo-trotsquismo. Este señala dos –sólo dos– alternativas: el derrotismo, es decir, el rechazo a ambos bandos y una política para lograr el reemplazo revolucoinario de sus gobiernos imperialistas o burgueses, o el apoyo militar claro y franco al país cuyo gobierno, reaccionario o no, y por las razones que fuere, emprende una guerra justa que es o hacemos nuestra. Apoyo militar, como hicieron Lenin y Ttrotsky con Kerensky contra Kornilov, Trotsky con Chiang contra Japón, que prepara, por cierto, el cambio revolucionario del propio gobierno burgués apoyado en la guerra. O sea: apoyo militar y no político”.
De la misma manera, es perfectamente justo decir, independientemente del hecho de que esta caracterización abarque situaciones concretas muy diferentes entre ellas, que “combatimos al imperialismo en el mismo bando y bajo la dirección militar de Galtieri, Arafat, Jomeini y Tomás Borge, sin que los apoyemos políticamente, no cesemos de denunciar su inconsecuencia, ni dejemos de preparar su reemplazo por direcciones proletarias revolucionarias, es decir, por gobiernos obreros y campesinos o populares apoyados en el internacionalismo y la democracia obrera”.
Sobre la base de este acuerdo programático y metodológico, surge, sin embargo, una divergencia política relacionada con una de las situaciones concretas mencionadas en el artículo. En efecto, éste plantea que “hemos considerado justas y nuestras las guerras argentina y palestina, del mismo modo que lo hacemos con la actual ofensiva iraní contra Irak, o que estaremos con Nicaragua, tanto si es invadida como si ella ataca a Honduras”.
Sí, estamos de acuerdo, para Argentina, Palestina y Nicaragua, como también para toda la fase anterior a la guerra de Irán-Irak. En cambio, no estamos de acuerdo en lo que respecta a “la actual ofensiva iraní contra Irak”. Formulamos esta apreciación, sobre la base de un análisis de los cambios producidos en la región y, en consecuencia en el carácter de esa guerra, cambios en los que se puede determinar el salto cualitativo aproximadamente en junio-julio pasados. Por no haber tomado en cuenta esta evolución, consideramos que la posición sostenida en el artículo señalado anteriormente de la revista Correo Internacional N° 8 es errónea y pone en desventaja a toda intervención política que intente dar respuesta a este conflicto.
Sin embargo, antes de abordar directamente esta cuestión, es necesario insistir sobre el carácter y las consecuencias concretas de esta discusión, que de ninguna manera debe ser considerada desde un punto de vista académico.

 

1. Dos giros no explicitados y sus consecuencias prácticas

El artículo que estamos comentando señala imprevistamente que “hacemos nuestra (¡nada menos!) la actual ofensiva iraní contra Irak”. En el marco de un artículo de carácter general, consideramos inadmisible esta frase, cuyo contenido no está argumentado ni tan siquiera explicitado y que, por otro lado, significa un giro en relación a la declaración sobre Palestina de los mismos autores que decían con claridad a fines del mes de junio: “… exigimos de los ejércitos que se enfrentan en Irán e Irak que dirijan cada uno sus armas contra el monstruo sionista…”
Dicha orientación no implicaba apoyo militar alguno a la actual ofensiva de Jomeini en Irak, sino todo lo contrario, porque –con un mínimo de consecuencia– se trataba de decir a los dos ejércitos y a los dos pueblos: “Cesen en su guerra fratricida que le hace el juego al imperialismo y al sionismo y vuélvanse contra el enemigo común, el Estado sionista”. Y precisamente, para crear las condiciones de la victoria contra el sionismo, esta orientación implicaba, de conformidad con el artículo de CI “el rechazo a ambos bandos y el derrocamiento revolucionario de sus respectivos gobiernos burgueses”.
Queremos precisar, además, que esta orientación contenida en la declaración sobre Palestina constituía a su vez un giro en relación a la orientación asumida desde el principio por el Comité Internacional y que tampoco fue argumentada o explicitada.
Esta discusión se torna importante para el trabajo práctico, concreto, tanto con los compañeros palestinos como con los iraníes allí donde se encuentran. Porque tanto en Irán como entre la emigración iraní, los enfrentamientos físicos entre los partidarios del PRI de Jomeini y los militantes de la izquierda iraní (Mujaidines, Fedayines, Peykar) son concretos. Y el problema de la guerra contra Irak –denunciado por toda la izquierda iraní, a excepción del partido stalinista Tudeh, por considerar que su fin exclusivo es la represión interior del movimiento de masas– cobra en este marco una importancia evidente.

 

2. Junio-Julio 82: cambia el carácter de la guerra

Bajo el título “Alto a la agresión pro-imperialista y contrarrevolucionaria de Irak contra Irán”, la Declaración de fecha 6 de octubre de 1980 del Comité Partidario caracterizaba acertadamente el ataque de Irak como “una tentativa para infligir a la revolución iraní una derrota mayor, para evitar que el contagio revolucionario abarque a toda la región donde la dominación de los estados débiles es profundamente desestabilizada”. Y agregaba que: “desde ya, esta tentativa comienza a quebrarse ante la resistencia de las masas”.
Y de hecho, esas masas iraníes –que comprenden tanto a las organizaciones de izquierda víctimas de la represión islámica como las minorías nacionales duramente perseguidas, como los kurdos o los árabes del Kurdistán– pusieron en jaque, al precio de considerables sacrificios, a la ofensiva iraquí armada y sostenida por el imperialismo y también por el stalinismo. En octubre de 1981, las fuerzas iraníes pasaron a la contraofensiva, en abril de 1982 expulsaron del Kurdistán al ejército iraquí y obligaron a Saddam Hussein a arrodillarse y pedir la apertura de negociaciones de paz. El 29 de junio, Bagdad anunció su retirada total del territorio iraní.
¿Cuál hubiese sido en ese momento la política de una dirección revolucionaria a la cabeza de las masas iraníes? Indudablemente, se habría apoyado en los éxitos militares y en la movilización de las masas para asestar un golpe fatal al régimen baasista y habría extendido, en alianza con las masas iraquíes que luchan contra el régimen asesino de Saddam Hussein, la guerra revolucionaria al interior de Irak.
Desgraciadamente, y es lo que el artículo que comentamos parece olvidar, la dirección jomeinista no es para nada una dirección revolucionaria y para ese entonces ya había agotado todos sus recursos de su antiimperialismo inconsecuente. Así, la ofensiva iraní sobre el territorio de Irak, dirigida por el régimen jomeinista que ejerce su poder bonapartista en Irán apoyándose en la utilización del sentimiento antiimperialista de las masas (la lucha contra el gran Satán) para, en los hechos, exterminar a la vanguardia del movimiento obrero y de las minorías nacionales, no podía sino tomar un carácter totalmente reaccionario. De una guerra revolucionaria de defensa antiimperialista, el conflicto irano-iraquí se convirtió en una guerra contra las masas iraníes e iraquíes, al servicio del principal gendarme del imperialismo en la región, es decir, el sionismo.
Para comprender esta evolución, resulta útil repasar la cronología de los acontecimientos de este período.

  • El jueves 10 de junio, el gobierno de Irak, aprovechando la invasión sionista al Líbano, decreta un cese de fuego unilateral con el fin, según declara, “de concentrar los esfuerzos contra el enemigo sionista”.
  • El 11 de junio, el gobierno de Irán responde que una de las condiciones para el cese de los combates es la apertura, a través de Irak, de una vía para que las fuerzas iraníes puedan desembocar en “los frentes sud-libaneses”; las otras tres condiciones eran: el retiro incondicional de las tropas iraquíes del territorio de Irán, el pago de los perjuicios de guerra y el regreso a Irak de los refugiados que así lo deseen. Esa misma tarde, el gobierno iraquí anuncia que “Irak está dispuesto a examinar las medidas necesarias para el paso de las tropas iraníes a través de su territorio, sea cual fuese el tipo y la importancia de sus efectivos, una vez que Irán admita oficialmente su aceptación del cese del fuego”.
  • El 21 de junio, Jomeini anuncia mediante una alocución por radio –al día siguiente del anuncio hecho por Saddam Hussein del retiro de sus tropas– que la guerra contra Irak proseguirá “en tanto que el resto de nuestras condiciones no sean satisfechas”. Condiciones que, además de las ya citadas, son: identificación por una comisión internacional “neutral” y el “castigo” del agresor (los términos así como las comillas fueron extraídos en su mayor parte de Le Monde).
  • El 22 de junio, el coronel Sayad Chirazi, comandante en jefe del ejército de tierra iraní, declara: “A pesar de los últimos complots de Saddam, continuaremos la guerra hasta que éste sea derrocado para poder ir a orar a Karbala (lugar santo del chiísmo en el centro del territorio iraquí) y a Jerusalén”.
  • El 13 de julio, las tropas iraníes desencadenan “el operativo Ramadán”, en dirección al puerto petrolero de Bassorah, la segunda ciudad iraquí. El imperialismo yanqui y el francés envían varias advertencias a Irán. Arabia Saudita afirma que Irán busca “desviar la atención de la invasión y ocupación del Líbano por Israel, cuya ayuda a Teherán fue confirmada por el ministro de defensa israelí”. El Imán Jomeini lanza un llamado: “Habitantes de Bassorah, recibid a vuestros hermanos para cortar las manos a los baasistas. Militares iraquíes, vuestros hermanos iraníes han venido a salvarlos, levantaos y con su ayuda salvad a vuestro país y a vosotros mismos”.
  • El 17 de julio, la información difundida por la prensa señala que las fuerzas iraquíes oponen una muy fuerte resistencia y habrían detenido la ofensiva iraní. El primer ministro iraní, Moussavi, al mismo tiempo que preconiza “la aceleración de las operaciones ofensivas para que el golpe final al régimen podrido del Baas iraquí se realice lo antes posible”, declara que “los países del Golfo no deben en absoluto tener la sensación de estar en peligro”.
  • El 20 de julio, el viceprimer ministro iraquí Azzis anuncia que acaba de ser decretada una amnistía total a favor de los comunistas y de los kurdos “para permitirles su participación en la liberación del país”. Massoud Radjavi, jefe de los mujaidines, condena la invasión iraní recordando que el régimen de JOmeini ya utilizó la guerra para disimular la crisis interior del país y justificar su política de represión. Las ejecuciones de opositores al régimen se redoblan en Irán. Siempre según los Mujaidines, 260 personas estaban detenidas en la prisión de Evin en Teherán, fueron masacradas por los “padarans” el 21 de marzo.
  • Según los testimonios de periodistas que pudieron llegar al frente cerca de Bassorah, los iraquíes habrían logrado frenar la ofensiva iraní y controlar totalmente el sector en el cual el ejército iraní había logrado una brecha. Según Le Monde del 26 de julio: a las tropas regulares iraníes lanzadas a la ofensiva se agregan los “pasdarans (guardias de la revolución) y los bassijs (voluntarios) de los cuales muchos –lo constatamos en el hospital– tienen entre trece y dieciséis años. Varios de ellos nos dirán que nunca recibieron preparación militar y que no aprendieron el manejo de un fusil sino una vez en el frente. Confirman también que sus jefes los lanzan a la lucha en tandas sucesivas, lo que eplicaría el número elevado de víctimas”. En cuanto al diario de los mujaidines en Francia, da cuenta de las batidas efectuadas en los liceos de las principales ciudades iraníes, siendo enviados al frente todos los estudiantes sospechosos de ser opositores al régimen islámico, bajo control de los padrarans, y conducidos al ataque bajo amenaza, sin protección aérea ni artillería.
  • Le Monde escribe el 26 de julio, en relación a la situación en Irak: “La población parece menos decidida a cuestionar el poder en el lugar, e incluso a voltearlo como la invita el imán Jomeini, que a defender su territorio y preservar su nivel de vida. En setiembre de 1980, la población no había comprendido bien las razones por las cuales el régimen había juzgado conveniente atacar Irán, aunque la violencia de radio Teherán en lengua árabe contra los regímenes del golfo era un motivo de inquietud. Hoy, la población iraquí comprueba que, al rechazar la paz propuesta por Bagdad para sostener al Líbano y a los palestinos y atacar el territorio iraquí, los dirigentes de la república islámica dan la razón, a posteriori, a la propaganda baasista que los acusaba de comportarse no ya como musulmanes sino como ‘enemigos hereditarios’ y como ‘aliados de Israel’ para dividir y debilitar la nación”. El mismo diario publica un nuevo artículo el 20 de julio, cuyo título es: “El conflicto con Irán parece haber consolidado la unidad nacional de Irak”.

¿Qué extraer de todo esto? No se trata evidentemente de comparar las ventajas o desventajas respectivas de los regímenes de Bagdad y Teherán. Por el contrario, es necesario evaluar objetivamente las consecuencias de la ofensiva iraní para el curso de la lucha de clases en la región. Y se puede afirmar, sin peligro de equivocarse mucho:

  • que, lejos de contribuir a tirar abajo al régimen asesino proimperialista de Saddam Hussein, la ofensiva iraní contradictoriamente habría dado por resultado fortalecerlo, ofreciéndole una salida inesperada;
  • que esta ofensiva tiene como corolario un agravamiento considerable de la represión contra el movimiento de masas en Irán, represión que el régimen jomeinista alcanza en parte a justificar cubriéndose de una máscara “progresista” antiimperialista;
  • que el hostigamiento de la guerra fortaleció sin duda al sionismo, contribuyendo a desorientar a las masas árabes y acrecentando considerablemente el margen de maniobra de los dirigentes israelíes para sus operaciones en el Líbano.

Si estas conclusiones son justificadas ¿podemos decir que “hacemos nuestra la actual ofensiva iraní contra Irak”? Evidentemente no, y la posición expresada en el artículo que comentamos es errónea porque olvida o subestima tres factores determinantes:

  • el factor nacional, que es esencial ya que los iraníes son mayoritariamente persas y los iraquíes son árabes.
  • El hecho de que existe otra guerra: la guerra civil en Irán mismo.
  • Finalmente, el hecho de que toda la situación en la región está actualmente supeditada al desarrollo y a las consecuencias de la guerra en el Líbano.

 

3. “Los misioneros provistos de bayonetas…”

Decimos, pues, que hay –en el transcurso del último período y desde un punto de vista cualitativo con la ofensiva iraní en territorio iraquí– un cambio en el carácter de la guerra Irak-Irán. Una vez desbaratada la agresión imperialista del régimen iraquí, la ofensiva iraní que pretende voltear a Saddam Hussein y “liberar” a los chiítas iraquíes (al menos esa es la justificación de los jomeinistas) se transforma en una agresión contra la autodeterminación nacional de la mayoría árabe de las masas iraquíes.
El apoyo militar que generosamente dan los autores del artículo a la ofensiva de Jomeini se refiere a una situación bien precisa: la invasión de un país por el ejército de otro país. ¿En qué casos “hacemos nuestra” esta invasión?

  • Nosotros defendemos a los estados obreros como conquista revolucionaria del proletariados los trotskistas, aunque denunciamos la decisión de Stalin, de invadir Finlandia en 1939-40 así como el conjunto de su política, llamaron a apoyar militarmente al ejército rojo en su lucha contra los ejércitos capitalistas. Porque la cuestión que se planteaba era la defensa de la URSS. Evidentemente no es el mismo caso, ya que Jomeini no está a la cabeza de un estado obrero, ni de un gobierno revolucionario, ni de un gobierno obrero y campesino.
  • Estamos incondicionalmente del lado de los pueblos y los ejércitos que luchan, cualquiera sea su dirección, por la destrucción de los enclaves coloniales imperialistas. Es por eso que apoyamos militarmente a la OLP y lo mismo hicimos con Galtieri. Pero es evidente que Irak no es un enclave colonial, aunque cuando su gobierno ha actuado y actúa todos los días como una agencia –entre otras– del imperialismo.

Se trata, pues, de un caso distinto. Por ejemplo, podemos decir que si hoy –cosa bien poco probable– el ejército sandinista invadiera Honduras con el propósito manifiesto de instalar en Tegucigalpa un gobierno aliado del régimen sandinista, nosotros apoyaríamos esta guerra como altamente positiva, como una expresión de defensa y extensión de la revolución nicaragüense. Pero, ¿podemos aplicar este razonamiento a la actual ofensiva de Jomeini? ¿Defendería Jomeini, a su manera, la revolución iraní prosiguiendo la guerra contra Irak? Todos los hechos demuestran lo contrario: defender hoy la revolución iraní pasa por defender primero y ante todo los derechos y libertades elementales de la clase obrera, a la que el régimen islámico intenta aplastar sirviéndose de la guerra contra Irak, justificándose ante su base social, compuesta por lúmenes y pequeño-burgueses desclasados, e intentando engañar a los campesinos y obreros iraníes. Igual que Kerenski y el gobierno provisorio se justificaban con la guerra con Alemania. Kerenski defendía la “democracia”, Jomeini defiende el Islam integrista, y los dos reprimen en nombre de su “ideal” al movimiento de masas con el fin de evitar el derrocamiento revolucionario del Estado burgués.
Trotsky citaba, a propósito de la experiencia finlandesa, a Robespierre que decía que “los pueblos no aman a los misioneros provistos de bayonetas”. Con mayor motivo en el marco de la guerra actual entre Irán e Irak, que enfrenta a dos pueblos oprimidos por sus respectivos gobiernos burgueses y ambos dependientes del imperialismo, la cuestión de “quién es el agresor”, la cuestión de la autodeterminación nacional cobra una importancia decisiva. Las derrotas militares iraníes –después de una serie ininterrumpida de victorias en la primera fase de la guerra–, la relativa consolidación del régimen baasista iraquí, que se hizo posible por la ofensiva iraní, son ilustrativos. Las masas árabes iraquíes no aceptan ser “liberados” por el ejército persa iraní. Queremos precisar que el problema podría ser diferente si se tratara de un enfrentamiento entre dos países árabes. Existe, en efecto, una nación árabe constituida al cabo de los años en el marco de todo el proceso histórico y que se encuentra artificialmente dividida (en la mayoría de los casos) en diferentes países, como consecuencia de la colonización y de la dominación actual del imperialismo sobre el Magreb y el Medio Oriente.
Pero no es este el marco del enfrentamiento irano-iraquí. Salvo que pensáramos que, con Jomeini, existe una “nación islámica” o bien una “nación chiíta” en el seno de la “nación islámica”.
Porque es real que los chiítas iraquíes, oprimidos por la minoría sunnita que dirige el Baas, -este desprendimiento real, a pesar de la estructura laica del Estado iraquí– resisten la ofensiva de los chítas iraníes y defienden su país árabe contra la ofensiva del ejército de los pasdarans persas (iraníes). Podemos señalar al respecto, como una de las consecuencias reaccionarias secundarias de la ofensiva iraní, el inicio de la “reconciliación” –en el nombre de Fez– entre los “hermanos enemigos” de los partidos Baas de Irak y de Siria… contra las masas iraquíes, sirias, palestinas, contra todas las masas árabes y del Medio Oriente.
Podemos hacer una analogía histórica, también limitada, pero que no deja de tener interés para comparar la posición adoptada por nuestra corriente en oposición a las posiciones revisionistas que se expresaron dentro del movimiento trotskista mundial.

  • Se trata de la invasión de Camboya por Vietnam, que constituía una continuación de la justa guerra de dfensa del estado vietnamita ante la agresión china.
  • Enfrentaba a un país que acababa de reconocer un formidable proceso revolucionario (Vietnam), aunque controlado y parcialmente aboteado por una dirección contrarrevolucionaria, con otro país (Camboya) donde el proceso revolucionario había sido aplastado con una sangrienta represión sobre las masas (independientemente del hecho de si bajo Pol Pot existía o no un estado obrero, cuestión que nuestra corriente aún no había zanjado) y cuyo gobierno actuaba, bajo la égida de la burocracia china, como agencia del imperialismo.

Ni Irán ni Irak son estados obreros, ni tienen a su frente un gobierno obrero y campesino. Guardando las distancias, existen sin embargo ciertas similitudes con la invasión vietnamita a Camboya, si se comparan los roles respectivos de Pol Pot y de Saddam Hussein por una parte y Jomeini y la dirección stalinista vietnamita por la otra, así como la política imperialista para con ellos.
En nombre de nuestra corriente, el camarada Greco presentó a la reunión del Secretariado Unificado de abril de 1979 un proyecto de resolución que afirmaba especialmente:
9) La entrada del ejército vietnamita a Camboya refleja, aunque de manera totalmente deformada, el proceso mismo de la revolución vietnamita y la necesidad objetiva de unir Vietnam, Laos y Camboya en una federación. Desde ese punto de vista, la invasión vietnamita a Camboya contiene algunos elementos progresivos.
”10) Sin embargo, esos elementos positivos se ubican en el marco de una estrategia de conjunto completamente nociva, catastrófica para el proletariado mundial. El ejército veitnamita que invade Camboya no convoca a una asamblea constituyente, ni a ningún otro mecanismo mediante el cual el pueblo camboyano exprese libremente su deseo de cómo organizar su país. Así, la invasión vietnamita no se produce en absoluto con el fin de desarrollar una política consecuentemente democrática y revolucionaria, sino que constituyó un ataque directo contra el derecho a la autodeterminación nacional del pueblo camboyano.
”11) Con esta invasión, la burocracia de Vietnam arroja el descrédito sobre los estados obreros y asesta un duro golpe al internacionalismo proletario y al derecho de autodeterminación nacional de los pueblos. Este derecho, sin ser absoluto, debe ser respetado de la misma manera que los bolcheviques lo respetaron en relación a Finlandia. Por estas razones, la IV Internacional debe exigir la retirada inmediata, hasta el último soldado vietnamita, del territorio camboyano, independientemente de la cuestión de saber cuál era realmente la naturaleza del gobierno de Pol Pot” (subrayado nuestro).
Nosotros no hemos “hecho nuestra” la invasión vietnamita, aunque ella reflejaba de manera deformada la dinámica de la revolución vietnamita e indochina. Esa era, por el contrario, la posición del SWP, bajo el pretexto de que el derrocamiento del régimen de Pol Pot asestaba un golpe al imperialismo…

 

4. Y en Irán, ¿en qué campo militar estamos?

La falta de argumentación política en la nueva orientación de Correo Internacional, acerca de la guerra entre Irán e Irak no facilita la crítica. Sin embargo, se puede afirmar con certeza, en vista de la conclusión que se nos presenta, que se ha hecho una abstracción absolutamente total de la existencia de otra guerra igualmente mortífera en la región: la guerra civil en Irán, en la cual se enfrentan dos campos militares.

  • El campo de los ayatollas, es decir del clero chiíta iraní y de la burguesía de los bazares, que se apoyan sobre la pequeño burguesía desclasada y el lumpen proletariado.
  • El campo de las minorías nacionales oprimidas y del proletariado, con sus organizaciones (Partido Democrático del Kurdistán iraní, Mujaidines del Pueblo, Peykar, Fedayines) e incluso con el Frente Popular, el que integra a las nacionalidades pequeño-burguesas del PDKI, a los mujaidines y el ex primer ministro burgués de Jomeini, Bani Sadr.

¡Una guerra que se desarrolla bajo la forma de una guerrilla urbana, una guerrilla rural y, en el Kurdistán, una guerra casi “convencional” entre dos ejércitos separados por una línea de frente! A los atentados y ataques militares de los mujaidines responden las ejecuciones y las cargas de los pasdarans. A los ataques militares del PDKI responden los bombardeos de ciudades y pueblos kurdos por el ejército de Jomeini, es decir, el ejército del Sha depurado de sus elementos más abiertamente restauracionistas. ¿En qué campo militar estamos?
Todas las organizaciones de la izquierda iraní –excepto el Tudeh– que habían brindado todo su apoyo contra la agresión imperialista intermediada por los iraquíes, denuncian la continuación de la guerra, el rechazo del régimen islámico a firmar la paz para poder continuar engañando a una fracción de las masas para aplastar al movimiento obrero y al pueblo kurdo. ¿Estamos en su campo o en el de Jomeini, que envía a sus pasdarans a romper todas las huelgas obreras, asesinando a los dirigentes obreros, bajo el pretexto de que éstos le hacen el juego a los “hipócritas” y “falsos musulmanes” del Baas iraquí? Si “hacemos nuestra” la ofensiva iraní en Irak. ¿no debemos denunciar como contrarrevolucionarios, como antidefensistas de la revolución iraní a los que, en Irán, combaten contra la continuación de la guerra, por la paz?
La respuestaes evidentemente muy clara, es necesario rectificar muy rápidamente nuestra orientación. Sin embargo, podemos efectivamente plantear la pregunta: Dado que el imperialismo se sirve del régimen de Saddam Hussein que actúa como uno de sus agentes directos, ¿el hecho de no apoyar la ofensiva iraní no corre el riesgo de “hacerle el juego al imperialismo”? en primer lugar, es necesario constatar la extremada blandura de las reacciones el imperialismo ante el reinicio de las operaciones militares, esta vez sobre territorio iraquí. Hay allí una razón evidente: además de las que hemos señalado más arriba (especialmente la consolidación relativa del régimen de Saddam Hussein), está el hecho de que el imperialismo, en tanto los pozos de petróleo no están directamente amenazados –en cuyo caso intervendría directamente para poner término al conflicto– tiene total interés en que prosigan los enfrentamientos incluso sobre territorio iraquí. ¡Por una parte, la guerra debilita y divide a las fuerzas vivas de la revolución iraní, y por otra parte, el imperialismo refuerza la dependencia de Irak y en consecuencia, su propio control sobre el territorio de Saddam Hussein! Sin contar la ganga que es para los dirigentes sionistas que están por perpetrar su genocidio contra los pueblos palestino y libanés. ¿Qué más pueden pedir Reagan y Mitterrand?
De una forma más general, nuestra corriente responde además a este problema en las “Líneas divisorias entre la revolución y la contrarrevolución polaca” (Correo Internacional N° 2), en un párrafo que nos ha valido las iras del revisionismo lambertista:
En toda lucha se ‘le hace el juego’ a alguien. Cuando apoyábamos la revolución española –como decía Trotsky a Schachtman– le ‘hacíamos el juego’ a los imperialismos ‘democráticos’ que estaban contra Franco, que era agente de Hitler y Mussolini. Pero el problema es ver cuál es la fracción determinante en cada proceso y no a quién beneficiamos en forma secundaria (…) Si Solidaridad ganaba la guerra civil contra Jaruzelski y Brejnev y tomaba el poder, comenzaba una nueva lucha, cuyos ganadores no serían posiblemente Walesa ni el Papa, sino las masas, cambiando así el curso de los próximos acontecimientos mundiales”.
Es decir que, aún suponiendo que el hecho de no apoyar militarmente a la ofensiva iraní le “hace el juego” al imperialismo –y, en Irán, a los proimperialistas “democráticos” como Shapur Bajtiar o incluso Bani Sadr–, el elemento determinante es la movilización revolucionaria de las masas iraníes; el elemento determinante es que la paz sería un golpe para el régimen islámico burgués de Jomeini, un aliento a la lucha de los kurdos, los obreros, los estudiantes y las mujeres iraníes; que la paz privaría a Saddam Hussein del argumento de la “defensa del territorio nacional”; que la paz crearía las condiciones para unir las fuerzas contra el sionismo.

 

5. ¿Cuál es el camino más corto hacia Jerusalén?

Con el fin de canalizar al movimiento de masas iraní y de justificar la continuación de la guerra, los dirigentes islámicos repiten incesantemente que “el camino de Jerusalén pasa por Irak”. Es decir que la guerra, que tendría como objetivo la caída de Saddan Hussein (lo que es más que dudoso), es una necesidad para poder golpear al sionismo. Los órganos de prensa de algunos sectores de nuestro movimiento han retomado, de manera más o menos abierta, este análisis (¿o esta ilusión?), en contradicción con la resolución Palestina de junio y de acuerdo con “Avanzamos”.
¡Es indispensable que, como marxistas revolucionarios, abandonemos tal concepción que es contraria a la realidad y se transforma en los hechos en… confiar en Jomeini! Una primera respuesta es que el régimen iraní, además de enviar 300 voluntarios reclutados entre los pasdarans, no ha hecho nada para apoyar a la OLP contra la agresión sionista. Muy por el contrario, las exigencias de la ofensiva contra Irak han constituido un pretexto, una justificación para no apoyar masivamente a la OLP ¡la cual ha recibido diez veces más ayuda de los kurdos del PDKI que de Jomeini!
Debemos, por el contrario, afirmar que apoyar al pueblo palestino, abrir el camino hacia Jerusalén es, hoy en día, apoyar al PDKI y a la izquierda iraní. A este respecto, citemos simplemente el comunicado del “Comando Político-Militar de los Mujaidines de Irán”, de fecha 13 de junio de 1982:
ayer, el comando político-militar de la Organización de los Mujaidines del Puablo en Irán, al mismo tiempo que condena nuevamente el ataque israelí contra la revolución palestina y la invasión del territorio libanés, que es verdaderamente en gran medida el fruto de la política anti-iraní y anti-palestina de Jomeini durante estos tres últimos años y de sus comunes intereses con Israel, anunció en un comunicado:
“ ‘siendo un hecho que actualmente Irak ha aceptado el pasaje por su territorio de soldados iraníes, la Organización de los Mujaidines del Pueblo de Irán está dispuesta a enviar de sus propias filas, en una semana, como mínimo 100.000 voluntarios al Líbano. Esta cifra puede alcanzar a 140.000 si Jomeini libera a los presos políticos. Esta propuesta evidentemente solo es realizable si Jomeini cesa momentáneamente la represión y el terror en el país y acepta las siguientes condiciones:
” 1) Que no obstaculice en nada el llamado, el reclutamiento y el envío de voluntarios, y que no haga arrestar ni desarmar a las personas armadas.
” 2) Que acepte la presencia de observadores de la OLP en todas las fases del envío de voluntarios hasta la frontera iraní.
” 3) Para estar seguros de que no utilizará ninguna de sus habituales astucias demagógicas, que Jomeini remita a los representantes de la OLP a todos los prisioneros Mujaidines del Pueblo, para enviarlos al frente”.
Independientemente de la maniobra política –totalmente justificada– realizada en esta ocasión por los Mujaidines, lo cierto es que Jomeini no respondió a esta propuesta, y él mismo no ha hecho nada por los palestinos exactamente igual que todos los regímenes árabes compradores. Irán Hoy, la revista en Francia del Peykar, publica la foto y la credencial de miembro de la OLP de uno de sus militares, con el siguiente epígrafe: “El camarada Mohsen Fazel, que luchó durante varios años con el nombre de Sami en las filas de la revolución palestina en el sur y en el este del Líbano, fue un miembro activo de Al Fatah. Colaboró largo tiempo con el Comité Científico, el centro de programación de Al Fatah y el Buró de los territorios ocupados. El camarada Fazel fue arrestado por los pasdarans en momentos en que, con el salvoconducto de la OLP, volvía a partir hacia el Líbano. Fue ejecutado sin juicio tres meses más tarde en junio de 1981.”
Todo demuestra que el régimen islámico no combate al sionismo, ni siquiera inconsecuentemente. ¡O, si lo combate, es de la misma forma que lo hace Saddam Hussein! Y es lo que nosotros, los marxistas revolucionarios, debemos explicar a los trabajadores de Irán y de Irak: el camino hacia Jerusalén pasa por el derrocamiento revolucionario de los regímenes de Saddam Hussein y de Jomeini; que esto debe poner término a la guerra fratricida y que Irán e Irak concluir un acuerdo para luchar juntos contra el enemigo sionista.
En cuanto a la referencia hecha en el comunicado de los Mujaidines a la “política antipalestina” y a los “intereses comunes” de Jomeini con Israel, ella no está desprovista de todo fundamento. ¡El principal abastecedor de armas a Irán es efectivamente… Israel! Sinuosidades de la diplomacia, ciertamente (¡el otro abastecedor es Siria!), pero también convicción de los sionistas de que no tienen nada que temer de la “revolución islámica” de Jomeini.
La ofensiva iraní en Irak ha coincidido muy exactamente con la agresión sionista al Líbano. Le facilitó las cosas al sionismo, desorientando a las masas árabes e iraníes, dando un argumento suplementario a los regímenes árabes para justificar su pasividad ante la ofensiva sionista en el Líbano, dando a los dirigentes sionistas un margen de maniobra ampliado para sus operaciones legitimándolos más que nunca ante los ojos del imperialismo como únicos agentes “consecuentes” de su política. El gendarme fundamental, la pieza maestra del imperialismo en Medio Oriente sigue siendo el estadio sionista, un enclave colonial. No hay ni “suimperialismo” saudita (como llegó a afirmar el Secretariado Unificado), ni subimperialismo iraquí. Los regímenes árabes siguen siendo muy débiles y siguen estando sujetos a la presión de las masas árabes. Toda la situación en Medio Oriente está en última instancia –y hoy más que nunca– sobredeterminada por las necesidades de la lucha contra Israel. Toda revolución triunfante en un país de la región tendrá como primer tarea la lucha contra Israel. Es una razón suplementaria para caracterizar la continuación de la guerra irano-iraquí como completamente criminal, y para reiterar el llamado de nuestra declaración Palestina.

 

6. Para ser fieles al leninismo-trotskismo en la actual guerra irano-iraquí


La invasión del territorio iraquí por parte de Irán, la negativa por parte del régimen islámico iraní a un cese al fuego y sus objetivo declarado de imponer en Irak un régimen islámico chiíta integrista, en momentos en que, además, Israel invadía el Líbano, cambia consecuentemente el carácter de la guerra entre Irán e Irak. Ella se ha transformado en una guerra en defensa de la revolución iraní en una guerra totalmente reaccionaria.
En este marco, nuestra política no puede ser otra que el derrotismo, la denuncia de la guerra. La explicación de que la paz, un verdadero arreglo del conflicto irano-iraquí, pasa por el derrocamiento tanto de Saddam Hussein como de Jomeini, que permita imponer las soluciones obreras y populares: libertades para el movimiento obrero y sus organizaciones, derecho a la autodeterminación de las minorías nacionales, etc. Y que sólo la instauración de gobiernos obreros y campesinos, destruyendo tanto al régimen del Baas iraquí como al del PRI iraní, permitirá unir a las masas oprimidas contra el enemigo común, el imperialismo y el sionismo.
Esta política no implica “neutralidad” ante los conflictos que se desarrollan en la región.

  • Estamos en el campo militar de la izquierda iraní y del PDKI contra el ejército y las milicias de Jomeini.
  • Estamos en el campo militar de la guerrilla kurda (Partido Kurdo de Irak) y “comunista” (PC iraquí) contra el ejército y las milicias de Saddam Hussein.
  • Estamos con la revolución palestina contra el sionismo, el imperialismo, y todos sus falsos amigos de los regímenes árabes. Y llamamos a los ejércitos que se enfrentan en Irak e Irán a volver sus armas desde hoy mismo contra el enemigo común sionista.

 

 


Cementerio de kurdos iraquíes asesinados en la guerra

 


Ejército de Irán

 

 

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