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Ucrania - 05 de junio de 2014

El caso del oligarca ucraniano Rinat Ajmétov

Putin ¿“antiimperialista”?....
¡Un gerente del Citibank y socio menor de Francia y Alemania en el negocio de la alta tecnología militar y del gas

Las direcciones traidoras agrupadas en el FSM, de stalinistas y un ala de los renegados del trotskismo, se la han pasado proclamando el “antiimperialismo” del asesino Putin. Esto no pasa de ser un chiste, y de mal gusto.

Desde el punto de vista financiero, Rusia está atada con múltiples lazos de dependencia al imperialismo. El Citibank posee, tan sólo en activos, más de 10.3 millones de dólares, siendo el banco más grande de Rusia, manejando las transacciones financieras y teniendo como clientes a gran parte de las empresas transnacionales y rusas que operan en el país. ¿Putin “antiimperialista”? ¡Si es un gerente del Citibank!

Otras corrientes traidoras proclaman que Rusia es una “potencia militar”. La realidad es que Rusia tiene capacidad de producción masiva de armamento convencional que exporta a países atrasados, heredado de la ex URSS. Pero lejos está de producir armamento con tecnología de punta. Las empresas del imperialismo hacen los enormes y más abultados negocios, inclusive abasteciendo con alta tecnología al aparato industrial militar ruso.

Toda la armada y ejército de Rusia dependen de la alta tecnología de las potencias imperialistas. En 2011 Putin firmó un contrato de adquisición de dos portahelicópteros franceses Mistral, por 1400 millones de euros. Estos buques tienen capacidad para hasta 16 helicópteros pesados o 35 ligeros, unos 50 vehículos militares, incluida una docena de tanques, cuatro lanchas de asalto y medio millar de soldados.
Dos más de estos portahelicópteros serán construidos, a fines del 2014, en astilleros rusos, donde el imperialismo francés consolidará su tecnología en Rusia para producir, hacia el futuro, en gran escala, armamento de este tipo, para ser vendido en el mundo a través de la enorme cadena de comercialización de armas que tiene Rusia en el mercado mundial (un 27%), sólo inferior a la de EEUU (que tiene un 30%).
En 2011, Rusia firmó también un acuerdo con Alemania para la construcción de un campo de entrenamiento militar por 120 millones de euros. Este campo de entrenamiento funciona de manera virtual, es un verdadero simulador de cualquier situación bélica, y en el mismo se puede entrenar un batallón entero, hasta 30 mil soldados rusos, que viajan todos los años a Alemania a instruirse militarmente.
EEUU se relame por estos negocios que pierde con Rusia, que hacen hoy el imperialismo francés y alemán. Por ello, EEUU es doblemente agresivo con Rusia en la crisis ucraniana. Como ya vimos, le exige a Alemania y Francia, y a todos los países europeos, que “pongan los fondos para la OTAN, si quieren mantener su libertad”. Hollande y la Merkel ponen los fondos… para hacer los negocios –cuando quieran- con Putin.
La situación de Ucrania es grave, porque anticipa que la lucha por el mercado de la gran Rusia, será también una lucha comercial, política y, en el futuro, militar de las potencias imperialistas que se la están disputando y se la disputarán. Sólo el proletariado y su revolución podrá parar este camino inexorable.

EEUU ha colocado en el este europeo (en países como Polonia o Hungría) un escudo misilístico, que significa un enorme negocio para sus empresas transnacionales. Ucrania debe ser “una nueva Polonia yanqui”.

Esa es la “alta tecnología de las empresas transnacionales y el imperialismo”. En última instancia, éste ha logrado salir momentáneamente del crack del 2008, rodeado de una legión de dirigentes traidores pagos que lo salvaron de la revolución proletaria, aumentando la explotación de la clase obrera, el saqueo del mundo semicolonial y desarrollando fuerzas destructivas, es decir, armas, alta tecnología militar, robótica dedicada a la guerra, drones, o sea fuerzas capaces de destruir a toda la civilización humana. A partir de allí, el imperialismo recompone su tasa de ganancia.
Todo lo demás es una mentira del reformismo. Éste plantea que el imperialismo frena su expansión, luego deviene la crisis y, con el mismo impulso similar al anterior, vuelve a expandirse. Niega la tendencia a la decadencia del capitalismo en esta fase imperialista, de hundimiento de las fuerzas productivas, de decadencia de las mismas como tendencia histórica, y el desarrollo de las fuerzas destructivas como factor económico más determinante de esta época. Niegan el carácter parasitario del capitalismo en la época imperialista.
Esto equivale a decir lo que dicen todos los apologetas del capitalismo, que, por ejemplo, una empresa como What’s App –que es una computadora, un programa de internet, 50 empleados y 2 apartamentos- vale 40.000 millones de dólares, de los que cortan utilidades millonarias un par de miles de parásitos imperialistas.
Esto es irrisorio. Esto es parasitismo. Es inventar valores ficticios que el trabajo humano no ha creado. Son tan ficticios como los ciclos de expansión basados en hipotecas basuras en EEUU, o deudas externas incobrables…El capitalismo, señores, para sobrevivirse, se expande mandando a la ruina a zonas enteras del planeta y de ramas de producción. Crece en un polo del mercado, y hunde la mayoría del mismo.
El capitalismo se reconcentra, con sus cártels, y prepara la guerra, es decir, la rama de producción que produce mercancías con un mercado ilimitado, puesto que éstas se destruyen. Ese es el imperialismo y lo que desarrolla: fuerzas destructivas.
Esta discusión no es secundaria en la cuestión ucraniana. Se están disputando los polvorines de la civilización humana entre pandillas y bandas imperialistas.
Una derrota de la clase obrera ucraniana, nuevas derrotas y masacres como en Siria, de no avanzar a nuevos saltos hacia adelante en la revolución europea y mundial, el imperialismo avanzará inevitablemente, para salir de su crisis y sobrevivirse, al factor económico más importante de esta época: la guerra. La alternativa de la civilización, hoy más que nunca, es socialismo o guerra.

La última palabra aún no está dicha. En el 2008 se abrió una enorme crisis del sistema capitalista mundial de carácter histórico. Esta crisis ha engendrado una ofensiva revolucionaria de masas, que golpeó en todos los continentes. Tuvo su punto álgido en las tendencias a la sincronización de las revoluciones en el mundo semicolonial con los países imperialistas, cuestión ésta que fuera desincronizada por las direcciones traidoras. Así lo vimos con las revoluciones en el Magreb y Medio Oriente, que amenazaban con incendiar nuevamente la chispa de Atenas, y de allí a toda la Europa imperialista. Así lo vimos también con las derrotas y huida yanqui de Irak y Afganistán, que abrió un “síndrome Vietnam” en EEUU, el cual le impidió a éste atacar con ofensivas militares en todo el mundo, como lo hizo con Bush.
Por ello, EEUU, el BM y el FMI, ha estabilizado su dominio a partir de pactos contrarrevolucionarios, como el que vemos hoy en Ucrania con Putin, o como vemos con los mismos personajes, sosteniendo en Ginebra 2 al asesino Al-Assad. Esta cuestión es lo que le ha garantizado al imperialismo, pese a su crisis, lanzar nuevas contraofensivas y generalizarlas a todo el planeta.
Con pactos con la nueva burguesía castrista, se ha asegurado el apoyo de la clase obrera norteamericana a Obama, el desarme de la resistencia colombiana, y que los gobiernos “bolivarianos” (como el de Bolivia, Argentina, Venezuela, Brasil, Ecuador, etc.) no sólo expropien la revolución en ese subcontinente, sino que hoy estén impulsando un verdadero plan de ataque, a cuenta de las transnacionales, contra la clase obrera latinoamericana.
Pero para avanzar hasta aquí, el imperialismo ha debido ordenar y organizar el rol de todos sus agentes. El frente popular y los frentes de colaboración de clases vienen a adormecer a las masas, a desviar las revoluciones, a someter a los explotados a sus verdugos, como hoy lo intentan hacer llevando a las masas a los pies del asesino Putin, al cual se intenta hacerlo pasar como aliado de los pueblos oprimidos, como ayer Khadafy en Libia o el chacal Al-Assad de Siria.
Como lo vimos también ayer con Syriza en Grecia, estos frentes de colaboración de clases sólo adormecen a las masas, para que luego vengan los generales e impongan un orden contrarrevolucionario. En Egipto, esto ya es una cruda realidad.

En Ucrania se corre el velo. El pacto de Putin con la Merkel, Hollande y Obama busca cerrar la crisis por arriba, para cerrar la irrupción revolucionaria de las masas ucranianas. Se preparan nuevos “Balcanes” y nuevas “Sirias”. El proletariado europeo, y ruso en particular, no lo puede permitir.
De un lado de las barricadas han quedado Obama, Maastricht, su sicario Putin y todas las direcciones traidoras del planeta, con algunos de ellos colgados a los faldones de la burguesía financiera de Kiev, que es la que comanda la masacre hoy de los obreros del Donbass con las mismas fuerzas represivas que ayer masacraban en Plaza Maidan bajo el gobierno de Yanukovich.
Otra variante de la izquierda, como es el PTS de Argentina, cada vez que hay guerra, cada vez que “se militarizan” las luchas del movimiento obrero, para estos señores socialdemócratas kautzkistas, la lucha de clases cesa. El movimiento obrero desaparece. Dirán que lo que existe en Ucrania es una guerra entre Putin y Obama, donde las masas no intervienen, cuando éstas son las que mueren en el campo de batalla. El cinismo de estas otras corrientes no tiene fin. Le quieren hacer creer al proletariado que la burguesía hace guerras donde se pelean entre los burgueses y no utilizan a los explotados para ello. Ellos son neutrales en todo tipo de guerra, inclusive en la guerra civil. Están cómodos en sus bancas parlamentarias. Ni en las guerras, ni en la lucha de clases, ni en las elecciones pueden distinguir los intereses y necesidades de la clase obrera.
Pero, del otro lado de las barricadas y las trincheras en Ucrania, han quedado los obreros del Donbass, defendiendo la capital de una revolución que ayer fue desviada y abortada en Kiev, y hoy se pone de pie en el este. Por ello, esa “santa alianza” para aplastarlos, como ayer a los explotados en Homs en Siria.

El imperialismo concentra sus fuerzas en las capitales de la revolución. Ayer lo hizo en Atenas, para apagar la chispa de la revolución europea. Concentró a todas las direcciones traidoras para apagar el fuego de la revolución latinoamericana y el levantamiento antiimperialista y contra la guerra de la clase obrera norteamericana, que llegó a cercar Wall Street.
Estas direcciones son las que le impiden al proletariado mundial concentrar sus fuerzas para golpear centralizadamente al imperialismo en sus puntos neurálgicos, que no es otra cosa, que unir los combates del proletariado del mundo semicolonial con los de la clase obrera de los países imperialistas.

La lucha por refundar la IV Internacional y resolver la crisis de dirección del proletariado hoy ya es una carrera aguda de velocidad, entre la perspectiva, para el periodo histórico que se ha abierto, del triunfo de la revolución proletaria, o la apertura del camino a la guerra. Esto no está dicho aun. Toda tendencia de las masas a nivel internacional –como vemos hoy- a entrar en luchas ofensivas de clases debe provocarles golpes y derrotas estratégicas a las direcciones traidoras que impusieron el cerco actual a la revolución mundial.
Eso vemos hoy en China con las durísimas huelgas obreras contra el partido de los empresarios rojos, los amigos de Putin, la burguesía infame que esconde el mas brutal ataque a la clase obrera a cuenta de las transnacionales, con su apología de “socialismo de mercado”.
Son golpes estratégicos de los explotados, porque ponen en desbandada a las direcciones que los someten a sus verdugos. Así los vemos en Brasil, donde la izquierda del pacto social ya no puede ni siquiera ingresar más al Brasil de los explotados, al Brasil de los indignados, el que se subleva hoy, a pesar y en contra de los partidos de la burocracia y la aristocracia obrera.

En esa perspectiva, para esos combates estratégicos, se preparan las fuerzas de los que combatimos por refundar la IV Internacional. Atar a la clase obrera ucraniana a Putin o a los asesinos de Kiev, es preparar de antemano el camino a la derrota.
 


Merkel, Putin, Cameron, Obama y Hollande

 


 

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