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Estados Unidos - 10 de noviembre de 2020

 

La democracia norteamericana,
la más pura y perfecta dictadura del capital…

En estas elecciones, que volvieron a evidenciar el carácter antiobrero, de clase, de la democracia burguesa norteamericana, corrientes como el PTS de Argentina (FIT-U), denuncia en infinidad de artículos a la “democracia” norteamericana como “antidemocrática”, pero sin develar jamás su contenido de clase.
Como decía Lenin contra el renegado del marxismo Karl Kautsky, “Es natural que un liberal hable de ‘democracia’ en general. Pero un marxista no se olvidará nunca de preguntar: ‘¿para qué clase?’” (Lenin, La revolución proletaria y el renegado Kautsky).
La democracia pura es la mentira de un liberal burgués que quiere mentirle a los obreros. La historia conoce o dictadura burguesa o dictadura del proletariado. En EEUU estamos ante la “más perfecta” de las democracias, es decir, de la dictadura del capital. Al decir de Lenin, y como lo vemos en los levantamientos de la clase obrera norteamericana del último período: “No hay ningún estado, ni siquiera el más ‘democrático’, cuya constitución no presente algún resquicio o salvedad que le permita a la burguesía lanzar las tropas contra los obreros, declarar el estado de sitio y demás en caso de alteración del orden público…” (ídem).

Efectivamente. La república democrática burguesa es la mejor envoltura para la dictadura del capital, de una minoría de explotadores sobre la mayoría de la clase obrera y los explotados. No existe la “democracia en general”, salvo para los que quieren esconderle esta realidad a los obreros.
La democracia norteamericana es la más perfecta que puede haber para la burguesía, para los ricos, para la clase explotadora, y por ello es la más infame y opresora para los obreros. Allí mandan de forma abierta el dólar y la riqueza, una “plutocracia” de supermillonarios sobre la aplastante mayoría de las masas trabajadoras. Una democracia imperialista que viste de seda a la más feroz política bonapartista y fascista con la cual EEUU trata a los pueblos coloniales que oprime, con el más grandioso poderío militar desparramado en el mundo, con 13 flotas de mar, más de 500 bases militares, decenas de miles de bombas nucleares y con la mayor cantidad de tropas en el planeta que conozca la civilización humana.

Aun así, en EEUU, su “democracia perfecta” puede mostrar a la vista su carácter de democracia para ricos, como lo es toda democracia burguesa. Por ejemplo, en EE.UU. el voto no es obligatorio. Para votar hay que pagar, inscribiéndose en el registro electoral. Por eso los partidos burgueses juntan fondos, pública y abiertamente, de todas las empresas de EEUU, con los que pagan la inscripción a los votantes para que luego los voten. Por supuesto que los millones de obreros inmigrantes no votan en esa “democracia cesarista”.
Pero ahí no termina la cuestión. Para presentar sus candidatos a las elecciones, los partidos obreros tienen infinidad de restricciones, e inclusive una vez que logran inscribirlos, no pueden siquiera soñar con competir con los partidos Republicano y Demócrata, que cuentan con la financiación de todos los magnates de Wall Street. Para dar tan solo un ejemplo, Bloomberg, Disney, Facebook, Hewlett Packard le pusieron en el bolsillo a Biden más de 7 millones de dólares para su campaña electoral. Entre Biden y Trump recaudaron la friolera de más de US$ 2,200 millones. Se podrían construir millones de viviendas en cualquier país semicolonial del mundo con esos fondos.
Los partidos políticos no tienen ningún aporte del estado en EEUU. Cada uno tiene que pagar por cada minuto de radio, TV o página de medios gráficos. La “democracia” norteamericana es cara y le impide a un partido obrero toda posibilidad de difundir sus ideas y programa entre los trabajadores. Un obrero negro desocupado como George Floyd jamás podría haber sido candidato y hacer campaña en defensa de la vida del pueblo negro.
En cambio, los famosos “socialistas democráticos” de Sanders que obnubilan a la izquierda mundial tienen millones de dólares a disposición para hacer campaña, que pagan las empresas o que recaudan comités especiales independientes, donde los capitalistas lavan dinero y blanquean impuestos. Es más, Sanders, antes de renunciar a la candidatura en las primarias para la presidencia y apoyar a Biden, ya habido recaudado, junto con la Ocasio Cortez, unos 20 millones de dólares. ¡Vaya socialistas!

En esa democracia “perfecta”, la burguesía inclusive tiene legalizado y reglamentado el “derecho de lobby” en el parlamento. Lo que en cualquier país sería considerado corrupción y la compra de votos por parte de las pandillas burguesas -o el narcotráfico-, en EEUU es abiertamente legal darles plata a los congresistas para que voten tal o cual ley. Imagínense cómo podrían los obreros conquistar leyes a su favor en ese parlamento de magnates capitalistas.
La democracia es de clase. Para la burguesía, la de EEUU es la democracia más perfecta para los millonarios, sostenida con las superganancias y el saqueo de todos los pueblos oprimidos y la esclavitud de la propia clase obrera norteamericana. Una verdadera democracia esclavista. Como en Roma, donde votaban solamente los dueños de esclavos, en EEUU deciden los jefes de las transnacionales.

Sin embargo, la verdadera esencia de la “democracia” imperialista está en el “establishment”: el aparato burocrático del estado que no se vota, sino que son funcionarios de carrera puestos todos por los monopolios. La carrera de funcionario estatal en EEUU solo puede ser recorrida por los que demuestran antecedentes de haber sido gerentes, CEOs o accionistas de las grandes empresas. Así, gobiernen Demócratas o Republicanos, el control del aparato estatal recae en los accionistas de las transnacionales.

Aún hay corrientes como el PTS o el SWP inglés, que sueñan con conquistar una “democracia generosa”, amplia. ¿Nos pueden decir estos charlatanes antimarxistas cómo sería la misma? Esta es la dictadura del capital, que no se amplía, sino que se destruye con el triunfo de la revolución y la dictadura del proletariado, es decir, el gobierno de la absoluta mayoría explotada contra una minoría de parásitos, a los que hay que expropiar hasta el último centavo robado al pueblo.

 

 


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